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martes, 21 de junio de 2016

Laurence Olivier y su flechazo por Vivien Leigh


El día de Sant Jordi de 1939, Sir Laurence Olivier escribió a su amada lo siguiente: “Realmente te amo y te adoro, mi Jewelkin. Estás en mis pensamientos y noto fuertemente tu peso en mi corazón todo el tiempo. Solo existo cuando te veo de nuevo y ni eso es suficiente”. El muy romántico actor se dirigía por carta a la que fue el amor de su vida, Vivian Leigh. Olivier tuvo la fortuna de poder amarla.
El amor entre Vivien Leigh y Laurence Olivier nació sobre las tablas. Al menos, el flechazo que llevó a él: Olivier, casado con Jill Esmond, quedó pasmado al acudir al Ambassador’s Thatre de Londres y ver a la joven Vivien interpretar a Henriette Duquesnoy en La máscara de la virtud.
 Ella estaba casada entonces con Herbert Leigh Holman. El destino hizo que dos años después coincidieran en la película Inglaterra en Llamas y ambos se decidieron a ser infieles.
 Divorciados ambos de sus respectivas parejas y con una hija ella de Leigh Holman, se casaron en 1940. Las primeras fisuras en tan apasionado matrimonio aparecieron tras los primeros síntomas de trastorno bipolar en la actriz. En su biografía, Olivier se refirió a la enfermedad de este modo: “A lo largo de su posesión por ese monstruo, con sus mortíferas espirales cada vez más estrictas, conservó la habilidad para ocultar su verdadera condición mental a casi todos, excepto a mí”. El estado emocional de la actriz se agravó tras un aborto espontáneo y el divorcio llegó en 1960. Por entonces, ya le costaba trabajar con normalidad. 
Ese mismo año se fue a vivir con el también actor Jack Merivale
En 1967 a Leigh le fue diagnosticada tuberculosis, enfermedad que ya sufriera 12 años antes, pero que esta vez, inexorablemente, se la llevó como el viento en julio de ese mismo año. Cinco semanas antes, Sir Laurence Olivier le escribió su última carta de amor; ella jamás dejó de usar el título Lady Olivier.


miércoles, 15 de junio de 2016

Barbra y su amor con James Brolin


Barbra Streisand, de 56 años, y James Brolin, de 57, se conocieron en una cita a ciegas en julio verano de 1996, cuando la cineasta y actriz estaba terminando la película "The mirror has two faces" (El amor tiene dos caras), rápidamente se enamoraron, y se casaron el 1 de julio de 1998.
"Fue instantáneo", declaró hace un tiempo el actor, conocido sobre todo por las series televisivas "Marcus Welby, M.D." en los años setenta y "Hotel" en los ochenta.
La relación se fortaleció cuando Streisand acompañó a su nuevo amor a Irlanda para cuidarle durante el rodaje de "My Brother's Wife", la ópera prima de Brolin como director. Después de aparecer muy acaramelados en varios eventos públicos, la pareja se comprometió durante la primavera de 1997 y desde entonces ha mantenido en vilo a sus admiradores.

En una entrevista concedida al diario Los Angeles Times, Streisand explicó que antes de que su hoy flamante marido entrara en su vida había abandonado la idea de volver a tener una relación seria.
Barbra Streisand había estado casada una vez con el actor Elliot Gould, con quien tuvo un hijo, Jason, hoy de 31 años, pero el matrimonio concluyó en divorcio en 1971.
Tras esta ruptura, mantuvo una relación con el productor Jon Peters, que fue seguida por varios romances, cortos pero ampliamente publicitados, con el actor Don Johnson, el tenista Andre Agassi o el ex primer ministro canadiense Pierre Trudeau, entre otros. Brolin, por su parte, se divorció dos veces, la última en 1995.




jueves, 9 de junio de 2016

El trágico amor entre Silvia Plath y Ted Hughes

Sylvia Plath se enamora y cree haber encontrado al hombre más fuerte del mundo, un Adán alto, desmañado, saludable, con voz de trueno (así se lo cuenta a su madre en una carta), un vagabundo que jamás se detendrá. 
Un hombre (le cuenta a su hermano) igual a ella, con la voz más rica y extraordinaria que Dylan Thomas, capaz de sacar uno de los libros de su vitrina y ponerse a leerlos como ella misma, un contador de historias. Sin embargo, también le parecía un aplastador de cosas y personas, un hombre al que le gustaba beber y conquistar mujeres. El 16 de junio de 1956, Ted Hughes y Sylvia Plath se casan.
Aunque por fin había encontrado lo que tanto anhelada, un marido, la Sylvia Plath esposa escribe esto en su diario en el primer tiempo de su matrimonio (tan diferente a la actitud sumisa de su madre, que también se había casado con un hombre inteligente al que admiraba.
El amor que sentían el uno por el otro era devastador y fuerte. Si tenemos en cuenta el historial de Sylvia Plath, podríamos adivinar, sin saber cómo acabó finalmente el matrimonio, que no le haría ningún bien. Era la esposa de un hombre brillante al que admiraba y al que seguía donde fuera, pero su condición de casada le coartaba, como ya había reflexionado tanto en su reciente juventud, una libertad que para la poeta había sido siempre vital. Caminaba un poco por detrás de Ted y siempre le complacía lo que a él, como advertían los amigos que compartían con ellos los primeros años de noviazgo. Pero Sylvia quedó embarazada y las sombras eran menos sombras, daban menos miedo y de alargadas pasaron a insignificantes. Frieda encarnaba la luz que tanto faltaba a su madre.
Tiempo despues nace su segundo hijo, Nick, pero el matrimonio es cada vez más una desgracia para ambos. Ted se ausenta injustificadamente, amantes, esas mujeres a las que le gustaba conquistar como ya sospechaba Plath en el noviazgo. 
Sylvia es celosa y aquel primer encuentro, en el que él la besa violentamente y ella le muerde la mejilla hasta sangrar, no es más que la primera escena de una vida que los iba a conducir a la locura, a la desesperación, cuando ya no controlas nada. El forcejeo al que se vieron sometidos era más de lo que Plath podía soportar; aunque daba muestras de querer solucionar su matrimonio y convertirlo en aquel perfecto que tanto había soñado, la realidad era bien distinta. Sus hijos, Frieda y Nick, eran pequeños, y Sylvia quemaba las cartas y el manuscrito de una novela dedicada amorosamente a Ted en una pequeña pira funeraria, para horror de Aurelia, que quiso evitarlo sin éxito. 
Sylvia estaba desatada, encolerizada. 
La ruptura era inevitable. Y finalmente Ted la abandona por la poeta Assia Wevill.
Sylvia se había quedado seca y vacía, y además tenía un corazón frágil y ya lo sabía.
El 11 de febrero de 1963, Sylvia se despierta a las seis de la mañana y le prepara el desayuno a sus hijos, de tres y un año. En una bandeja lleva a la habitación de Frieda y Nick: pan, mantequilla, leche. Vuelve a la cocina en la que acaba de prepararlo, cierra la puerta, tapa todos los resquicios con toallas. Abre el gas, y mete la cabeza en el horno.

 


martes, 7 de junio de 2016

F. Scott Fitzgerald y su amor con Zelda Sayre

Zelda y Scott se conocieron en julio de 1918. Scott comenzó a llamarla diario e iba a Montgomery en sus días libres.
 Él hablaba sobre sus planes de ser famoso y le envió un capítulo del libro que estaba escribiendo. 
Estaba tan capturado por Zelda que reescribió el personaje de Rosalind Connage en A Este Lado del Paraíso para que se pareciera a ella. 
Escribió, “todas las críticas de Rosalind terminan en su belleza”, y le dijo a Zelda que “la heroína se parece a ti en más de cuatro maneras." Zelda era más que una simple musa — después de mostrarle a Scott su diario personal, él usó fragmentos textuales de este en su novela. Al concluir A este Lado del Paraíso, el monólogo en el cementerio de la protagonista Amory Blaine, por ejemplo, fue tomado directamente del diario de Zelda.

El primer encuentro de Scott y Zelda fue en una estación de tren, la cual Scott capturó más tarde en su novela El Gran Gatsby. 
Scott no era el único hombre cortejando a Zelda y la competencia hizo que Scott la deseara aún más. 
En la libreta que mantuvo meticulosamente a lo largo de su vida, anotó el 7 de septiembre de 1918, que se había enamorado. Eventualmente ella también lo hizo. 
La biógrafa de Zelda, Nancy Milford escribió, “Scott detectó algo en Zelda, que nadie antes que él había percibido: un sentido romántico de pomposidad similar al suyo”.
Su noviazgo fue brevemente interrumpido en octubre cuando él fue llamado al norte. Él esperaba ser enviado a Francia, pero fue asignado a Camps Mills en Long Island. Mientras estaba allá, el armisticio con Alemania fue firmado. Scott regresó a la base cerca de Montgomery y para diciembre eran apasionadamente inseparables. 
Más tarde Scott describiría este comportamiento como “imprudencia sexual.” 
El 14 de febrero de 1919, Scott fue liberado de las fuerzas militares y se fue al norte para establecerse en la ciudad de Nueva York.
 Se escribían frecuentemente, y para marzo de 1920, Scott le envío a Zelda el anillo de su madre y los dos se comprometieron. 
Muchos de los amigos de Zelda y miembros de su familia eran recelosos sobre su relación, ya que no aprobaban que Scott bebiera excesivamente y a la familia de Zelda, de religión episcopal, no les agradaba el hecho que él fuera católico.
Finalmente el 3 de abril de 1920 se casaron en una pequeña ceremonia en la Catedral de San Patricio. De acuerdo a Canterbery y Birch (y al mismo Fitzgeraldand), esta primera novela fue el “hoyo en uno” de Fitzgerald. Scott vio la publicación de su novela como un camino hacia el corazón de Zelda. Rápidamente Scott y Zelda se convirtieron en celebridades de Nueva York, tanto por su comportamiento salvaje y fiestero como por el éxito que tuvo A este lado del Paraíso. 
Se les expulsó del Hotel Biltmore y del Hotel Commodore debido a sus borracheras.
Su vida social era impulsada por el alcohol. Estos los llevó a públicamente, brillar en las fiestas, pero privadamente a tener peleas.
Una de las peleas más grandes entre ellos ocurrió cuando Zelda le dijo a Scott que su vida sexual había decaído porque él era un "hada" y probablemente estaba teniendo un amorío homosexual con Hemingway. No hay evidencia de que ninguno fuera homosexual, pero aun así Scott decidió tener sexo con una prostituta para probar su sexualidad. Zelda descubrió los condones que Scott había comprado antes de que ocurriera el encuentro. A esto le siguió una gran pelea, lo que dio como resultado celos persistentes. Más tarde, en una ocasión Zelda se dejó caer por unas escaleras de mármol en una fiesta, porque Scott, absorto en su plática con Isadora Duncan, la estaba ignorando
 


Los amores de J.D. Salinger

Donde la figura de Salinger sale gravemente maltrecha y está sometida a mayores cargas de artillería rumorológica es en sus tratos con el otro sexo. La principal controversia nace de su afición a entablar relaciones con chicas muy jóvenes, ya fueran sentimentales, en calidad de pigmalión, o con el objetivo de obtener modelos para sus historias, exprimiéndoles al máximo el néctar de su inocencia. Todas ellas habrían estado cortadas por una patrón físico similar y habrían sido abandonadas al crecer o una vez hubieran mantenido relaciones sexuales con él.
Dos teorías explicarían este proceder. Una apunta a la inseguridad provocada por la falta de un testículo, que lo forzaría a buscar vírgenes que no lo ridiculizaran y que le permitieran tomar las riendas en la cama. Otra teoría es que la ruptura con la edénica Oona O’Neill –hija del dramaturgo y premio Nobel Eugene O’Neill y aspirante a actriz, quien a los 18 años optó por casarse con Charles Chaplin, con quien tuvo ocho hijos– lo condenó a “que se pasara la vida prendado de una relación que al parecer no se consumó nunca. Más tarde reproduciría aquella relación con una serie de mujeres muy jóvenes. Las mujeres que vinieron después de Oona fueron simples máquinas de viajar en el tiempo”, según David Shields.

Jerome David Salinger se casó en tres ocasiones: su primer matrimonio, con una doctora alemana que podría haber sido una agente de la Gestapo, fue anulado; del segundo con Claire Douglas, inspiración para su relato Franny, nacieron sus dos hijos, Margaret y Matthew, y el tercero, con Colleen O’Neill, 40 años menor que él, se produjo en secreto cuando el autor ya era anciano y pudo haber sido fruto de un acuerdo con el que blindar jurídicamente a la mujer que le hizo de enfermera en la última etapa de su vida.

La hija y la ninfa con la que tuvo una relación más prolongada, Joyce Maynard, ya escribieron sendos libros amarillistas en los que le acusaron de profundos daños emocionales, por lo que las auténticas novedades recompensarán a los interesados en el artista al poder asistir, por ejemplo, a cómo moldeó el entrañable personaje de Esmé del relato Para Esmé, con amor y sordidez a partir de Jean Miller, a la que conoció en 1949 en Daytona Beach cuando ella contaba 14 años.