id='wrapper'>

martes, 23 de agosto de 2016

La historia de amor entre Orson Welles y Rita Hayworth


El corazón de Orson Welles no sólo quedó intacto y enterito después de la ruptura con Dolores del Rí­o, sino lleno de esperanzas. Ahora lo que ocupaba su espíritu era la imagen de una mujer bellísima que habí­a visto en la portada de una revista. Fue tal su fascinación que decía a sus amigos que en cuanto la conociera la pediría en matrimonio. "Estás loco", "por muy famoso que te creas, ella, seguramente, ni sabe que existes". Sin embargo, él tenía la firme convicción de que un día alguien se la presentaría. Joseph Cotten, íntimo amigo de Welles, al ver que realmente estaba obsesionado por la estrella, organizó una fiesta con el objetivo de cumplir su deseo y presentarle a Rita Hayworth, la pelirroja más famosa de Hollywood, la vamp más sensual y taquillera de la pantalla. A Orson no le importó que viniera acompañada de Victor Mature (con su eterna cara de dolor de estómago), ni tampoco le desanimó la indiferencia y la manera en que rechazó sus coqueteos. Al día siguiente, lo primero que hizo el impaciente enamorado fue hablarle por teléfono, y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente. Pasaron cinco semanas hasta que, por fin, harta, halagada o curiosa ante tal insistencia, Rita aceptó salir a cenar con él.

Welles pronto se dio cuenta que Rita, en persona, no respondía a la imagen de vampiresa sensual y hechicera que proyectaba en la pantalla y no encontró a la estrella que él se esperaba, pero no cabía duda de que con su silueta perfecta y su admirable cabellera rojiza, su modo de andar, a la vez provocativo y majestuoso, era tan hermosa como aparecía en sus películas. Lo que más llamó la atención y más llenó de amor y ternura a Orson fue su vulnerabilidad, su ausencia total de afectación y su sencillez en la provocación. Todo esto lo desarmó de tal manera que hasta para él mismo su reacción ante ella fue una revelación y un descubrimiento de su propia personalidad. Se casaron en 1943 y tuvieron una hija, Rebecca. Ambos compartirían una de sus magistrales películas “La dama de Shanghai”, donde Rita, tiño su cabello de rubio platinado y cortó su famosa melena rojiza. Ambos ya estaban en pleno proceso de divorcio, separándose definitivamente ese mismo año, en 1947.

Se solía decir que Rita destruyó a Welles y que lo convirtió a la mediocridad y a la gordura. Los documentales revelan, en cambio, que las cosas sucedieron al revés: “No pueden darse una idea de cuanto me aburría con Rita”, se oye comentar a Welles mientras esta filmando una película que se titula, apropiadamente, Sombras de mal. “Las mujeres son idiotas en general, pero ella era la mas idiota de todas.” A Rita se le ve defenderse, entre lágrimas, durante el juicio de divorcio (1947), con argumentos que ahora tal vez parezcan insulsos pero que entonces conmovían las fibras mas hondas de la clase media norteamericana: “No saben ustedes cuanto me esforcé por formar un hogar con el señor Welles. Pero a él no le interesaba el hogar. Todas las noches me decía que deseaba ser un hombre libre”.


lunes, 1 de agosto de 2016

La mujer Manchega - Antonio Machado


                                        
La Mancha y sus mujeres... Argamasilla, Infantes
Esquivias, Valdepeñas, La novia de Cervantes,
y del manchego heroico, el ama y la sobrina
(el patio, la alacena, la cueva y la cocina,
la rueca y la costura, la cuna y la pitanza),
la esposa de don Diego y la mujer de Panza,
la hija del ventero, y tantas como están
bajo la tierra, y tantas que son y que serán
encanto de manchegos y madres de españoles
por tierras de lagares, molinos y arreboles. 

Es la mujer manchega garrida y bien plantada,
muy sobre sí doncella, perfecta de casada. 

El sol de la caliente llanura vinariega
quemó su piel, mas guarda frescura de bodega
su corazón. Devota, sabe rezar con fe
para que Dios nos libre de cuanto no se ve.
Su obra es la casa ?menos celada que en Sevilla,
más gineceo y menos castillo que en Castilla?.
Y es del hogar manchego la musa ordenadora;
alinea los vasares, los lienzos alcanfora;
las cuentas de la plaza anota en su diario,
cuenta garbanzos, cuenta las cuentas del rosario. 

¿Hay más? Por estos campos hubo un amor de fuego,
dos ojos abrasaron un corazón manchego. 

¿No tuvo en esta Mancha su cuna Dulcinea?
¿No es el Toboso patria de la mujer idea
del corazón, engendro e imán de corazones,
a quien varón no impregna y aun parirá varones? 

Por esta Mancha ?prados, viñedos y molinos?
que so el igual del cielo iguala sus caminos,
de cepas arrugadas en el tostado suelo
y mustios pastos como raído terciopelo:
por este seco llano de sol y lejanía,
en donde el ojo alcanza su pleno mediodía
(un diminuto bando de pájaros puntea
el índigo del cielo sobre la blanca aldea,
y allá se yergue un soto de verdes alamillos,
tras leguas y más leguas de campos amarillos),
por esta tierra, lejos del mar y la montaña,
el ancho reverbero del claro sol de España,
anduvo un pobre hidalgo ciego de amor un día
?amor nublóle el juicio: su corazón veía?.

Y tú, la cerca y lejos, por el inmenso llano
eterna compañera y estrella de Quijano,
lozana labradora fincada en tus terrones
?oh madre de manchegos y numen de visiones?,
viviste, buena Aldonza, tu vida verdadera
cuando ta amante erguía su lanza justiciera,
y en tu casona blanca ahechando el rubio trigo.

Aquel amor de fuego era por ti y contigo.

Mujeres de la Mancha con el sagrado mote
de Dulcinea, os salve la gloria de Quijote.