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jueves, 28 de abril de 2016

Historia de amor entre Arthur Miller y Marilyn


Truman Capote la calificó de “adorable criatura”. También podría haber añadido algún adjetivo triste -quizá desamparada- a su definición. Marilyn Monroe (1926-1962) pasó toda su vida buscando el amor y, sobre todo, la estabilidad.

Quizá la vez que estuvo más cercana de conseguirlo fue con el dramaturgo Arthur Miller, quien incluso la definió en sus memorias mucho mejor que Capote, “era como una poetisa que había querido recitar sus poemas (ella escribía en secreto) ante una multitud ávida de arrancarle la ropa”.
Se habían conocido en Hollywood en 1951, pero no empezaron su relación hasta que se reencontraron  en 1955 en Nueva York, donde Marilyn asistía a los cursos del Actor´s Studio, decidida a que la tomaran en serio como actriz.
Marilyn dependía de él. Durante el accidentado rodaje de Bus Stop, Monroe llamó por teléfono a Miller: “¡Oh, Papá! No aguantaré”. Sólo en ese momento, el dramaturgo, que solía llamarla significativamente “Hija mia” y era once años mayor, supo hasta qué punto ella dependía emocionalmente de él. Él, aunque tuvo la tentación de huir despavorido, acabó dejando a la periodista con quien estaba casado y con la que tenía dos hijos. Marilyn y Arthur se casaron el 29 de junio de 1956.

 El matrimonio, aún con todos los altibajos que sufrieron duró tres años y medio, y fue la relación más larga y estable de Marilyn. “El matrimonio -dijo en ese momento- me hace sentir más mujer, menos desquiciada. Por primera vez tengo la sensación de estar protegida”.
Marilyn intentó huir de su imagen de chica sexy sólo válida para florero y por eso se preparó concienzudamente para Bus Stop. Sus diferencias con Laurence Olivier, coprotagonista de El príncipe y la corista, hay que buscarlas en un comentario desafortunado del actor, que le pidió que se limitara a ser sexy… Miller, por el contrario, pensaba que debía dedicarse al teatro, “por el modo en que lo dijo me di cuenta de que era un hombre sensible, y además me trataba como a una persona sensible”.

Creó su propia productora, Marilyn Monre Productions, que produjo las dos películas anteriores, pero se hundió por la mala gestión de Miller.



El matrimonio con Arthur Millar no la salvó de sí misma. Los dos cónyuges se hacían daño mutuamente: ella empezó a desquiciarse, a beber y engordar, él no podía concentrarse en su obra y aunque escribía febrilmente no lograba terminar nada. Marilyn sufriría un aborto espontáneo, una hospitalización por abuso de alcohol y barbitúricos, otro aborto, noches de insomnio, el despido de la Fox por incumplimiento de  contrato, el divorcio de Miller y, finalmente, la muerte.

“Hollywood es un lugar en el que están dispuestos a pagarte mil dólares por un beso pero sólo cincuenta centavos por tu alma”.

  

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