Matilde Urrutia, el libre gran amor de Pablo Neruda
En realidad, todo
comenzó en la primavera de 1946, cuando se conocieron en un concierto al
aire libre en el parque Forestal de Santiago, y duró hasta la misma
muerte del poeta, en 1973.
“En su larga duración -destaca el profesor chileno Darío Oses- esta
relación amorosa pasó por diversos momentos, desde la pasión inicial
hasta el amor reposadoo y maduro de los últimos años”
Fue, además, un amor poéticamente muy fecundo, del que dan cuenta dos
libros, Los versos del capitán y Cien sonetos de amor, así como muchos poemas presentes en libros como Estravagario, La barcarola y El mar y las campanas.
Al principio, hasta julio de 1952, su relación fue secreta, pues Neruda
vivía con su segunda mujer, Delia del Carril (1884-1989): fueron años de
incesantes viajes por todo el mundo, de clandestinidad política y
amorosa que terminan en parte en agosto de 1952, cuando, tras una
estancia en Capri, ambos vuelven a Chile.
Sus amores siguen siendo secretos, pero ya no están de viaje
permanente, especialmente cuando Matilde se instala a vivir en la casa
bautizada en su honor como La Chascona, su casa de Santiago.
Un nuevo embarazo frustrado, el tercero de Matilde, a la que el poeta
llamaba "la Chasca" y "la Patoja", por el color pelirrojo de su
abundante cabellera, precipita los acontecimientos.
En 1955, un empleado de Neruda delata sus relaciones extramatrimoniales a
Delia del Carril, que rompe su matrimonio y se marcha a Buenos Aires
primero y a Europa después, para regresar a Chile en 1959, donde moriría
en 1985.
Desde entonces, los amantes ya no se ocultarán más, aunque no pudieron
contraer matrimonio hasta octubre de 1966, tras la muerte de María
Antonieta Hagenaar, primera esposa del poeta.
En esta última etapa, destaca Oses, cambian las tornas. Neruda,
enfermo, permanece largas temporadas recluido en Isla Negra, mientras
ella viaja a menudo a Europa para resolver diversos asuntos de la
pareja.
A pesar de algunos silencios, dificultades y traiciones, nada logró separarles.
Quizá por eso, en su poema «Final», que cierra el que tal vez sea el último libro de Neruda, El
mar y las campanas, y con el que concluye la edición más reciente de las obras
completas del poeta, éste interpela una vez más a Matilde y escribe:
Fue tan bello vivir
cuando vivías!
El mundo es más azul y más terrestre
de noche, cuando duermo
enorme, adentro de tus breves manos.
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