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martes, 21 de marzo de 2017

Novela: La catedral de los libros



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martes, 23 de agosto de 2016

La historia de amor entre Orson Welles y Rita Hayworth


El corazón de Orson Welles no sólo quedó intacto y enterito después de la ruptura con Dolores del Rí­o, sino lleno de esperanzas. Ahora lo que ocupaba su espíritu era la imagen de una mujer bellísima que habí­a visto en la portada de una revista. Fue tal su fascinación que decía a sus amigos que en cuanto la conociera la pediría en matrimonio. "Estás loco", "por muy famoso que te creas, ella, seguramente, ni sabe que existes". Sin embargo, él tenía la firme convicción de que un día alguien se la presentaría. Joseph Cotten, íntimo amigo de Welles, al ver que realmente estaba obsesionado por la estrella, organizó una fiesta con el objetivo de cumplir su deseo y presentarle a Rita Hayworth, la pelirroja más famosa de Hollywood, la vamp más sensual y taquillera de la pantalla. A Orson no le importó que viniera acompañada de Victor Mature (con su eterna cara de dolor de estómago), ni tampoco le desanimó la indiferencia y la manera en que rechazó sus coqueteos. Al día siguiente, lo primero que hizo el impaciente enamorado fue hablarle por teléfono, y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente. Pasaron cinco semanas hasta que, por fin, harta, halagada o curiosa ante tal insistencia, Rita aceptó salir a cenar con él.

Welles pronto se dio cuenta que Rita, en persona, no respondía a la imagen de vampiresa sensual y hechicera que proyectaba en la pantalla y no encontró a la estrella que él se esperaba, pero no cabía duda de que con su silueta perfecta y su admirable cabellera rojiza, su modo de andar, a la vez provocativo y majestuoso, era tan hermosa como aparecía en sus películas. Lo que más llamó la atención y más llenó de amor y ternura a Orson fue su vulnerabilidad, su ausencia total de afectación y su sencillez en la provocación. Todo esto lo desarmó de tal manera que hasta para él mismo su reacción ante ella fue una revelación y un descubrimiento de su propia personalidad. Se casaron en 1943 y tuvieron una hija, Rebecca. Ambos compartirían una de sus magistrales películas “La dama de Shanghai”, donde Rita, tiño su cabello de rubio platinado y cortó su famosa melena rojiza. Ambos ya estaban en pleno proceso de divorcio, separándose definitivamente ese mismo año, en 1947.

Se solía decir que Rita destruyó a Welles y que lo convirtió a la mediocridad y a la gordura. Los documentales revelan, en cambio, que las cosas sucedieron al revés: “No pueden darse una idea de cuanto me aburría con Rita”, se oye comentar a Welles mientras esta filmando una película que se titula, apropiadamente, Sombras de mal. “Las mujeres son idiotas en general, pero ella era la mas idiota de todas.” A Rita se le ve defenderse, entre lágrimas, durante el juicio de divorcio (1947), con argumentos que ahora tal vez parezcan insulsos pero que entonces conmovían las fibras mas hondas de la clase media norteamericana: “No saben ustedes cuanto me esforcé por formar un hogar con el señor Welles. Pero a él no le interesaba el hogar. Todas las noches me decía que deseaba ser un hombre libre”.


lunes, 1 de agosto de 2016

La mujer Manchega - Antonio Machado


                                        
La Mancha y sus mujeres... Argamasilla, Infantes
Esquivias, Valdepeñas, La novia de Cervantes,
y del manchego heroico, el ama y la sobrina
(el patio, la alacena, la cueva y la cocina,
la rueca y la costura, la cuna y la pitanza),
la esposa de don Diego y la mujer de Panza,
la hija del ventero, y tantas como están
bajo la tierra, y tantas que son y que serán
encanto de manchegos y madres de españoles
por tierras de lagares, molinos y arreboles. 

Es la mujer manchega garrida y bien plantada,
muy sobre sí doncella, perfecta de casada. 

El sol de la caliente llanura vinariega
quemó su piel, mas guarda frescura de bodega
su corazón. Devota, sabe rezar con fe
para que Dios nos libre de cuanto no se ve.
Su obra es la casa ?menos celada que en Sevilla,
más gineceo y menos castillo que en Castilla?.
Y es del hogar manchego la musa ordenadora;
alinea los vasares, los lienzos alcanfora;
las cuentas de la plaza anota en su diario,
cuenta garbanzos, cuenta las cuentas del rosario. 

¿Hay más? Por estos campos hubo un amor de fuego,
dos ojos abrasaron un corazón manchego. 

¿No tuvo en esta Mancha su cuna Dulcinea?
¿No es el Toboso patria de la mujer idea
del corazón, engendro e imán de corazones,
a quien varón no impregna y aun parirá varones? 

Por esta Mancha ?prados, viñedos y molinos?
que so el igual del cielo iguala sus caminos,
de cepas arrugadas en el tostado suelo
y mustios pastos como raído terciopelo:
por este seco llano de sol y lejanía,
en donde el ojo alcanza su pleno mediodía
(un diminuto bando de pájaros puntea
el índigo del cielo sobre la blanca aldea,
y allá se yergue un soto de verdes alamillos,
tras leguas y más leguas de campos amarillos),
por esta tierra, lejos del mar y la montaña,
el ancho reverbero del claro sol de España,
anduvo un pobre hidalgo ciego de amor un día
?amor nublóle el juicio: su corazón veía?.

Y tú, la cerca y lejos, por el inmenso llano
eterna compañera y estrella de Quijano,
lozana labradora fincada en tus terrones
?oh madre de manchegos y numen de visiones?,
viviste, buena Aldonza, tu vida verdadera
cuando ta amante erguía su lanza justiciera,
y en tu casona blanca ahechando el rubio trigo.

Aquel amor de fuego era por ti y contigo.

Mujeres de la Mancha con el sagrado mote
de Dulcinea, os salve la gloria de Quijote.

 

sábado, 2 de julio de 2016

Frases de Simone de Beauvoir

Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo.
La naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida.

¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad.

El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.

El secreto de la felicidad en el amor consiste menos en ser ciego que en cerrar los ojos cuando hace falta.

Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa.

El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa, la situación de discriminación en la que vive el resto de sus compañeros.

La familia es un nido de perversiones.

Lejos de que la ausencia de dios autorice toda licencia, al contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la tierra es la razón de que sus actos sean compromisos definitivos.

El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacía cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir.
 


martes, 21 de junio de 2016

Laurence Olivier y su flechazo por Vivien Leigh


El día de Sant Jordi de 1939, Sir Laurence Olivier escribió a su amada lo siguiente: “Realmente te amo y te adoro, mi Jewelkin. Estás en mis pensamientos y noto fuertemente tu peso en mi corazón todo el tiempo. Solo existo cuando te veo de nuevo y ni eso es suficiente”. El muy romántico actor se dirigía por carta a la que fue el amor de su vida, Vivian Leigh. Olivier tuvo la fortuna de poder amarla.
El amor entre Vivien Leigh y Laurence Olivier nació sobre las tablas. Al menos, el flechazo que llevó a él: Olivier, casado con Jill Esmond, quedó pasmado al acudir al Ambassador’s Thatre de Londres y ver a la joven Vivien interpretar a Henriette Duquesnoy en La máscara de la virtud.
 Ella estaba casada entonces con Herbert Leigh Holman. El destino hizo que dos años después coincidieran en la película Inglaterra en Llamas y ambos se decidieron a ser infieles.
 Divorciados ambos de sus respectivas parejas y con una hija ella de Leigh Holman, se casaron en 1940. Las primeras fisuras en tan apasionado matrimonio aparecieron tras los primeros síntomas de trastorno bipolar en la actriz. En su biografía, Olivier se refirió a la enfermedad de este modo: “A lo largo de su posesión por ese monstruo, con sus mortíferas espirales cada vez más estrictas, conservó la habilidad para ocultar su verdadera condición mental a casi todos, excepto a mí”. El estado emocional de la actriz se agravó tras un aborto espontáneo y el divorcio llegó en 1960. Por entonces, ya le costaba trabajar con normalidad. 
Ese mismo año se fue a vivir con el también actor Jack Merivale
En 1967 a Leigh le fue diagnosticada tuberculosis, enfermedad que ya sufriera 12 años antes, pero que esta vez, inexorablemente, se la llevó como el viento en julio de ese mismo año. Cinco semanas antes, Sir Laurence Olivier le escribió su última carta de amor; ella jamás dejó de usar el título Lady Olivier.


miércoles, 15 de junio de 2016

Barbra y su amor con James Brolin


Barbra Streisand, de 56 años, y James Brolin, de 57, se conocieron en una cita a ciegas en julio verano de 1996, cuando la cineasta y actriz estaba terminando la película "The mirror has two faces" (El amor tiene dos caras), rápidamente se enamoraron, y se casaron el 1 de julio de 1998.
"Fue instantáneo", declaró hace un tiempo el actor, conocido sobre todo por las series televisivas "Marcus Welby, M.D." en los años setenta y "Hotel" en los ochenta.
La relación se fortaleció cuando Streisand acompañó a su nuevo amor a Irlanda para cuidarle durante el rodaje de "My Brother's Wife", la ópera prima de Brolin como director. Después de aparecer muy acaramelados en varios eventos públicos, la pareja se comprometió durante la primavera de 1997 y desde entonces ha mantenido en vilo a sus admiradores.

En una entrevista concedida al diario Los Angeles Times, Streisand explicó que antes de que su hoy flamante marido entrara en su vida había abandonado la idea de volver a tener una relación seria.
Barbra Streisand había estado casada una vez con el actor Elliot Gould, con quien tuvo un hijo, Jason, hoy de 31 años, pero el matrimonio concluyó en divorcio en 1971.
Tras esta ruptura, mantuvo una relación con el productor Jon Peters, que fue seguida por varios romances, cortos pero ampliamente publicitados, con el actor Don Johnson, el tenista Andre Agassi o el ex primer ministro canadiense Pierre Trudeau, entre otros. Brolin, por su parte, se divorció dos veces, la última en 1995.




jueves, 9 de junio de 2016

El trágico amor entre Silvia Plath y Ted Hughes

Sylvia Plath se enamora y cree haber encontrado al hombre más fuerte del mundo, un Adán alto, desmañado, saludable, con voz de trueno (así se lo cuenta a su madre en una carta), un vagabundo que jamás se detendrá. 
Un hombre (le cuenta a su hermano) igual a ella, con la voz más rica y extraordinaria que Dylan Thomas, capaz de sacar uno de los libros de su vitrina y ponerse a leerlos como ella misma, un contador de historias. Sin embargo, también le parecía un aplastador de cosas y personas, un hombre al que le gustaba beber y conquistar mujeres. El 16 de junio de 1956, Ted Hughes y Sylvia Plath se casan.
Aunque por fin había encontrado lo que tanto anhelada, un marido, la Sylvia Plath esposa escribe esto en su diario en el primer tiempo de su matrimonio (tan diferente a la actitud sumisa de su madre, que también se había casado con un hombre inteligente al que admiraba.
El amor que sentían el uno por el otro era devastador y fuerte. Si tenemos en cuenta el historial de Sylvia Plath, podríamos adivinar, sin saber cómo acabó finalmente el matrimonio, que no le haría ningún bien. Era la esposa de un hombre brillante al que admiraba y al que seguía donde fuera, pero su condición de casada le coartaba, como ya había reflexionado tanto en su reciente juventud, una libertad que para la poeta había sido siempre vital. Caminaba un poco por detrás de Ted y siempre le complacía lo que a él, como advertían los amigos que compartían con ellos los primeros años de noviazgo. Pero Sylvia quedó embarazada y las sombras eran menos sombras, daban menos miedo y de alargadas pasaron a insignificantes. Frieda encarnaba la luz que tanto faltaba a su madre.
Tiempo despues nace su segundo hijo, Nick, pero el matrimonio es cada vez más una desgracia para ambos. Ted se ausenta injustificadamente, amantes, esas mujeres a las que le gustaba conquistar como ya sospechaba Plath en el noviazgo. 
Sylvia es celosa y aquel primer encuentro, en el que él la besa violentamente y ella le muerde la mejilla hasta sangrar, no es más que la primera escena de una vida que los iba a conducir a la locura, a la desesperación, cuando ya no controlas nada. El forcejeo al que se vieron sometidos era más de lo que Plath podía soportar; aunque daba muestras de querer solucionar su matrimonio y convertirlo en aquel perfecto que tanto había soñado, la realidad era bien distinta. Sus hijos, Frieda y Nick, eran pequeños, y Sylvia quemaba las cartas y el manuscrito de una novela dedicada amorosamente a Ted en una pequeña pira funeraria, para horror de Aurelia, que quiso evitarlo sin éxito. 
Sylvia estaba desatada, encolerizada. 
La ruptura era inevitable. Y finalmente Ted la abandona por la poeta Assia Wevill.
Sylvia se había quedado seca y vacía, y además tenía un corazón frágil y ya lo sabía.
El 11 de febrero de 1963, Sylvia se despierta a las seis de la mañana y le prepara el desayuno a sus hijos, de tres y un año. En una bandeja lleva a la habitación de Frieda y Nick: pan, mantequilla, leche. Vuelve a la cocina en la que acaba de prepararlo, cierra la puerta, tapa todos los resquicios con toallas. Abre el gas, y mete la cabeza en el horno.